lunes, 21 de noviembre de 2011


¿De qué va la clínica filosófica?
David de los Reyes



La clínica filosófica intenta establecer un proceso de indagación del presente, orientado a reflexionar y a tomar  una actitud vital  ante una situación patológica (enfermedad, síndrome, trastorno) que viene a ser un producto del pensamiento imaginario individual o colectivo anclado en la creencia fanática o en la verdad absoluta. Se trata de estar en atención ante los efectos de las prácticas inconscientes que nos orientan en lo exterior y que surgen en contacto con una realidad que confunde, arranca la vitalidad de los cuerpos y reduce la energía de estar en una permanente indagación de la existencia,  en tanto que ella la desarrollamos como búsqueda indagatoria de cómo nos manifestamos, sentimos y pensamos nuestra condición individual  ante lo referente externo colectivo.  La clínica filosófica busca cierta integración centrífuga  del pensamiento ante los anclajes hipnóticos de las creencias, mitos y dependencias que nos arrastran y conforman lo que llaman cultura (tanto elitesca como de masas). La clínica filosófica vendría a   establecer no sólo una terapia del lenguaje (como es el fin de la filosofía para  Wittgenstein), sino una terapia  que ayude a vencer la angustia narcisista que se nos impone por medio de la culpa, la vanidad, la necesidad del éxito en la medida que el pensamiento nos lleva a convivir con una permanente difusión  energética de pensamientos cerrados que nos remiten a un atarse a lo exterior y a pensar que sólo en lo interior vendría a estar una salvación. Sócrates decía que la filosofía es una terapia del alma y a ello apunta nuestra actualización de dicho planteamiento.
La clínica filosófica no le interesa tanto la cura (el farmacón) sino la enfermedad.  El enfrentamiento de la ilusión patológica  restrictiva de serenidad y acción creativa y en permanente fluir que debe arrancar en tanto coraje individual de  aprender a usar una racionalidad poética e irónica, donde se busca el encuentro con la subjetividad  autónoma  de la persona individual.
Por  tener capacidad de imaginación   el hombre se convierte en el   animal más sufriente de la tierra, por lo cual Nietzsche ha dicho que ese animal debió inventar la risa para  superar esa tormenta simbólica de sufrientes rayos dolorosos en el centro de su mente. La clínica filosófica no pretende sólo quedar en un diagnóstico de la cultura, de la memoria individual y su atrofia humana. Se desprende que  su intención es desarrollar  un personal método de búsqueda de sentido y de saber hacer contra una red social que nos lleva a cerrarnos en una existencia generalizada y mediocre.  La clínica filosófica no pretende  tener todas las curas para lo político, lo cultural y social individual; sólo hace que el pensamiento busque su propia  estrategia con que ahondar una atención en su cuerpo y su significante mental imaginario como entidad política, que convive  con otros y que imponen maneras de ser que arrastran a una patología, es decir, a una emocionalidad negativa y una adiposa verbosidad en que nos vemos arrastrados a permanecer envueltos e inmóviles en nuestros encierros y sufrimientos  sin  encontrar una salida a una alegría por la vida.  De ahí que la risa, la ironía, la alegría vengan a ocupar en ella la seriedad de una filosofía discursiva que sólo trata de conceptos pero no de  acciones; de una filosofía tradicional que se nutre de la reiterada decadencia, de nuestra degeneración recurriendo a la angustia, a la soledad, a la culpabilidad, al drama de la comunicación y lo dramático como constitutivo de una ética del encierro, del cuerpo mutilado, del cuerpo cercenado ante el horizonte abierto de la experiencia del mundo.
 
La clínica filosófica es una invitación para que cada uno practique desde su condición  una apertura al alegre vivir, al mantener el difícil coraje ante la angustia propia del cultivado narcisismo privado, de la queja en busca de lástima, abonadas con los terrores de nuestra culpabilidad asumida como verdad inamovible; se coloca la verdad y sus orígenes en el pedestal de la observación patológica.  Se trata de encontrar en la enfermedad de vivir una contrapostura que nos indique el rumbo hacia una salud del existir. Una contrapostura que implica desbaratar los códigos en la medida que colocamos al pensamiento en posición de alerta frente a lo exterior que nos inunda de sombra; se trata de indagar en la indiferencia de las ilusiones institucionalizadas (como por ejemplo las votaciones democráticas y la esperanza fatídicas de las masas ante un  futuro mejor, que siempre termina siendo el mismo o peor por no aceptar el estar preparado para todo). Se intenta establecer una contra-filosofía  que esté atenta a los efectos y no sólo al discurso majestuoso, una filosofía que acepte, como Epicuro, nunca olvidarse de reír cuando se  reflexiona y se diagnostica el peso del mundo, la interioridad fallida del mundo absorbida como imaginación detenida. Se trata de pensar al aire libre, de salir al campo  de la vida y atravesarlo contemplándolo más que intentar cambiarlo. No queremos ser comentadores de la interioridad (cosa del mal gusto filosófico colonial germánico hegeliano y heideggeriano), lo cual vendría a clausurar y atrofiar el gusto por la alegría y la risa del animal que somos y del humano que  frenamos en su ser. Pueda que tengamos momentos de mala conciencia pero es sólo un camino que alberga  la duda, elemento requerido para alcanzar la salud  de su condición en la  nada de la iluminación  personal. 
La clínica filosófica intenta desarrollar perspectivas que induzcan a contrasentidos legítimos en un mundo de control permanente y asfixiante; desarrollar contrasentidos ilegítimos contra el espíritu de seriedad, del fanatismo, de las cumbres dogmáticas de las verdades en tanto creencias  que llevan a militar en el río de la mediocridad permanente y confusa de las mayorías, en fin, contra el culto a la interioridad adormecida por la vigilia onírica permanente de la cultura mediática.
Esto, entre otras cosas,  es lo que iremos inscribiendo en este muro virtual, río digital   por las que transita este barco del pensamiento móvil de la clínica filosófica, la cual  declara la guerra a toda asfixia que se yergue contra la alegría de vivir, contra la serenidad y la intensidad del vivir.

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