Del fascismo venezolano
David De los
Reyes
Los
dirigentes del oficialismo venezolano se llenan la boca con el término fascista
para descalificar a todo disidente ante el
régimen militarista que rige de forma ilegitima
al país. Luego de la fallida
votación del domingo pasado, 14-04-2013, lo único que se ha visto en las
filas del gobierno es la necesidad de la confrontación con todo aquel que no haya aceptado de forma sumisa los
maleados resultados dados por el Consejo Supremo Electoral. De unos resultados
que han puesto en evidencia la división de la población de la nación en dos francos casi idénticos; no hay una
mayoría rutilante en el horizonte
electoral. De ahí la exigencia del conteo manual de los votos por todas
las dudas que han surgido por todos los atropellos sufridos y reseñados en la
contienda electoral.
Una
vez más se ha evidenciado lo que para mí ha sido de anteojito. Los organismos oficiales se han convertido en
verdaderas ramificaciones de toda esta estructura monolítica del llamado
socialismo bolivariano que se concentra
en el poder ejecutivo.
Evidencias
del clima fascista real está presente en la mayoría de las declaraciones del
supuesto presidente electo y del que
pretende pasar por el presidente de la asamblea y sus comilitones. Los
reiterativos usos del término fascista junto
al de criminales, para coartar, por
ejemplo, la libertad de expresión y de palabra de los diputados de la oposición
en la asamblea nacional han sido bien elocuentes y comprobables por toda la
ciudadanía. Parecieran reiterar lo que realmente han terminado siendo en todo este periodo de revolución putrefacta:
una lava mental de animadversión y odio permanente.
El
término fascismo viene del imperio romano. Fue utilizado para el grupo de soldados de ese estado imperial que portaban
lanza y eran una vanguardia militar que se caracterizaba por su crueldad y el
uso de la fuerza a toda costa. Eran las fascio.
Posteriormente fue utilizado en el siglo XX en Italia para referir al nefasto movimiento
nacionalsocialista de Benito Mussolini, el gran fascista delirante, admirador
de la historia pasada de Italia, untada de gloria sanguinaria y de un acoso y
sometimiento a todos los pueblos del mediterráneo, como es lo propio de todo
poder fascista, claro está. Los
regímenes que rinden culto a un líder, al llamado elegido u hombre fuerte, se pueden caracterizar todos por el uso de la
fuerza, la sistemática injusticia, la intensa dosificación del miedo social, el
manejo de las leyes a su conveniencia, la militarización de lo civil; la nación
como un campo militar o de concentración extendidos a todos sus límites. Además
de la persecución, del amedrentamiento y hostigamiento a todo grupo humano que
no se pliegue o comparta la violenta sumisión
de los habitantes de un estado exigido por el tirano y el grupo seguidor parasitario
que estigmatiza desde el poder a todo aquel que le haga sombra.
Lo
que podemos notar es que a falta de ideas, a falta de cultura del diálogo, a
falta de cultura política democrática, los dirigentes militaristas que recorren el
país prodigando la revolución fraudulenta y fracasada, poseyendo en sus manos todos los recursos de
la bolsa petrolera de un país endeudado e improductivo, tienen ese calificativo
en su permanente vocabulario. No saben tender puentes, no son individuos que
hayan aprendido de la convivencia
ciudadana sino sólo la rutinaria vida del cuartel, donde la jerarquía se impone
y el mando lleva a establecer quien habla y quien calla, quien grita y ha quien
se violenta.
Aquí,
en este país del Caribe, nos quieren reducir al mutismo y al permanente asentir
a lo que digan las huestes oficialistas: han aprendido bien del régimen cubano
castrista. Si no, pues el uso de la violencia fascista oficialista se hace
presente, como lo fue vivido por los diputados en la asamblea nacional. Es un
gobierno monocorde, un solo sonido, una sola palabra, una sola condición:
fascistas, es lo que sale de su boca pues su boca sólo reitera lo que
ellos conscientemente han demostrado
ser. A callarse pues, parecieran
decirnos, pues el fascismo no tolera el
espíritu democrático, la polémica de las ideas (pues no las tienen!), la
discusión del proyecto de país, la atención de la voz del otro para superar los
problemas inminentes de todo tipo, la
alteridad en el poder, la civilidad como condición de vida pública. Las botas y
el miedo es lo único que quieren que se oiga y se sienta. En la triste Venezuela, como en otros países
de esta Latinoamérica atrasada, el fascismo está en pie de ataque.
El
único y verdadero fascismo que podemos observar es aquel que no quiere medirse
en las urnas electorales por medio del conteo de los votos y de un consejo
electoral nacional transparente. La fuerza es muestra evidente de su gran
debilidad. Condición que ha llevado a la proclamación de una presidencia irrita
y ampliamente cuestionable. Ese es el fascismo que vivimos hoy.