¿Un Arte de observación o
un arte de experimentación?
un arte de experimentación?
Tomás Saraceno: Poetic Cosmos of the Breath
Esta diferencia es determinante en el
arte. ¿Qué estamos realizando o qué queremos crear en tanto obra artística? Por
lo general se tiene la idea, clásica, de que el arte es únicamente para la
observación, la contemplación, es decir, permanecer como un espectador ante la
obra y disfrutarla. Esta puede ser una concepción del arte que ha privado
durante largo tiempo. En el presente el espíritu del arte y de la obra han
cambiado pues el mundo nos ha exigido otra actitud ante él y la sociedad se ha
construido bajo el estigma de una aceleración permanente. ¿Cuál es esa actitud?
La de convertirnos en participantes. Pero no en participantes que nos digan
hacia dónde tenemos que perfilar nuestras voluntades, nuestros cuerpos,
nuestras mentes, nuestras emociones; situación común dentro de nuestra
manipulación del inconsciente dentro de una sociedad de masas consumistas o de
masas depauperadas intelectual y emocionalmente por la persistente condición
inhumana de pobreza y carencia formativa. El arte actual se ha metamorfoseado a
construir una realidad envolvente y vivencial para una pequeña parte de la
ciudadanía mundial. ¿De qué trata este fenómeno? Se trata de una participación
en que lleguemos a experimentar en nuestro ser en conjunto un planteamiento que
altere no sólo nuestra sensibilidad, o nuestro gusto por determinadas cosas,
sino emprender una experiencia que nos lleve a ser activos partícipes de una
obra de arte.
Esto no niega al arte que tenga el
propósito de mantenernos como un ser observador. Hay placer, gusto, catarsis,
purificación, contaminación o cualquier otro estado anímico y mental que puede
despertar en nosotros una obra. Tiene su especificidad y puede formar parte de nuestra
condición cultural moderna. No menos en la actualidad toda esta propuesta del
arte como experiencia, como una vivencia, parte de la interacción del cuerpo
con y como obra. Es la condición de las atmósferas estéticas que nos entregan
las instalaciones tanto en los performances como en la digitalización de las
concepciones artísticas actuales. Donde encontramos que la espiritualidad en el
arte se ha desplazado para dejar pasar a una banalización del arte de rituales que
propagan una fantasía dionisíaca sin la apreciación del componente del proceso
artístico rendido en la obra. El proceso artístico pudiera dirigirse a un
camino ciego. El proceso artístico puede pasar por la instalación
virtual/digital espacial audiovisual recayendo en la prestancia de nuestros
sentidos absorbidos por la permanente atención a los dispositivos siendo un
fluido de imágenes (visuales y sonoras), indetenibles que absorben nuestra
atención más que a debernos una fina y mejor atención a las relaciones humanas
en y entre sí.
El arte experimental sería propio en
la medida que después de la experiencia incite a la interpretación de lo que ha
dejado en el sujeto tal experiencia. En comprender el proceso por el cual la
imaginación creadora se ha convertido en un tiempo de emocionalidad estética
que nos lleva a transformar nuestra cotidianidad o a ser indiferente ante ella.
La estrategia en el arte tiene razón de ser si luego nos lleva a reflexionar
sobre esa misma razón que le da vida y lógica artística, es decir, de la
realización del fin propuesto del artista con su obra. Podemos sumergirnos y
emerger transformados como hundirnos en ella y salir indiferentes ante su propósito.
Apostar por este arte tiene los riesgos de aceptar el fracaso, pero a la vez
también el reconocimiento que entra más por la piel que por el intelecto. El arte
como experiencia y no como contemplación u observación conlleva estos despejes
de sensibilidad que no se pudieron dar hasta no cambiar los parámetros en que
se cerraba el arte. Si el arte, por un lado, también la sensibilidad se ha encerrado
y hasta vuelto indiferente, una obra puede tener el milagro de abrir un mundo
sensible y mental, en llamar la atención, de querer abordar la obra y
adentrarse en ella, de experimentarla hasta alcanzar el silencioso pero sonoro
asombro emocional-neural que nos ha hecho vivir.
El arte donde el observador se digna
a constatar sólo lo que tiene ante sus ojos o penetrar a nuestros oídos sin más,
hace que terminemos siendo una especie de cámara fotográfica o grabadora de los
fenómenos artísticos encerrados en nuestro cuerpo y en una memoria pasajera,
sin recaer en un significado mayor en nuestro marco sensible de vida. Pero en
relación a la propuesta de vivir (y no sólo contemplar u observar), el arte
como experiencia, una vez constatada la obra por nuestra sensibilidad corporal
y red neuronal, debe pasar a otro estadio de complejidad, que es presentarse de
ella la idea que la ha conformado, la lógica estético creadora que le ha dado
existencia ontológica, la necesidad de la intervención del razonamiento y de la
experimentación que nos lleva a transitar hacia su interpretación. Esto último
es innegable, es decir, la de despertar por la obra el requerimiento
interpretativo del sujeto por lo vivido estéticamente en torno a la relación
obra y experiencia. Esta es la condición que aspiramos de la obra de arte. Y
esto es sólo una interpretación de la obra de arte...
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