domingo, 29 de junio de 2014

FRACASO


El fracaso es una buena escuela del pensamiento y su correlativa acción; pensar es actuar. Venezuela hoy es esa escuela. El detritus del fracaso social a todos los niveles en el país ha hecho a una gran cantidad de personas poner atención al fracaso que lo rodea y que  impulsa, sin saberlo, en sus modos de convivencia con la realidad. En el error está la verdad, decían los románticos alemanes. Nosotros podemos referir que el pensamiento busca la supervivencia y esto gracias al fracaso. Cuando nuestros actos son satisfactorios no hay residuo mental que llame la atención; dejamos pasar la vida sintiéndola fluir con el todo; el pensamiento se vuelve creativamente positivo casi sin saberlo o el afecto sentido crea una aureola entre el individuo y los demás que vive una especie de estado de gracia inconsciente. Pero el pesar surge cuando se reconoce una falta de adaptación o satisfacción que debemos  detenernos a considerar. De esta manera cuando el organismo humano deja de responder adecuadamente a su situación, tanto física como cultural, tanto natural como política, aparece el material para la fuerza  negativa que despierta el proceso del pensamiento actuante, y cuanto más  grande el fracaso más penetrante y fuerte deberá ser el pensamiento en sí. Pero el fracaso tiene su propia asepsia, aquellos que no superan su propio sufrimiento se eliminan y son especímenes que su sentido de supervivencia se debilitó, acepto el fracaso que lo conduce a su justo lugar.



MISERIA Y HUMANIDAD


La miseria y la nulidad política venezolana condena a sus mejores hombres a buscar refugio en un mundo interior carcomido por la desesperación y abocado a la muerte. Venezuela, a falta de instituciones eficientes y justas en su historia, no ha sido jamás una nación; no ha sido jamás un Estado. Es la piñata en la que sólo cogen los que se arrastran desde el piso hacia el presupuesto nacional; donde, en conjunto, reina la sumisión ante el poder dadivoso de un Estado militarizado. Un modelo de estado definido por una racionalidad moderna de saqueo, que termina siendo fabrica de miseria, fábrica de hampones, fábrica de destrucción, fábrica de muerte.

martes, 24 de junio de 2014

Filosofía y consuelo 


Para Hegel, como para mí,  la filosofía no puede ser un consuelo. La filosofía  considera a la realidad como  una cosa corrupta, que puede aparecer como real, pero según el ojo hegeliano tal realidad no es en sí y por sí, no emana libremente como es en el hombre formado.  Puede decirse que la filosofía llega a consolarnos cuando nos permite comprender, mediante la razón, la representación que hacemos de una serie de sucesos  que implican absoluta infelicidad y locura, como son la mayor parte de todo lo que ocurre en el mundo de los hombres, pudiéramos agregar. Si fuese  solo consuelo  bastaría que la filosofía  viniese a ser un sustituto de un mal o de algo que no debiera suceder; pudiera ser un casi un instinto  o  sentimiento reflexionado para invocar un bien. Pero la filosofía debe ser algo más que consuelo, como ya hemos dicho; es  un purificarnos de lo real,  un proceder que remedia, ya con enunciarla, una injusticia inconsciente o aparente, un sacarnos todas las distracciones, deseos y envidias que engendran nuestro contacto con lo circundante y reconciliarnos con nuestra razón: ¡trabajo arduo! Para Hegel la razón sería un indicio de lo divino, debido a su conciencia luterana decimonónica; para nosotros el logos, lo racional, lejos de ser sagrado (como también para el venerado Heráclito: hiero logos), nos remite a la simplicidad del despertar de lo humano que impone las formas a la naturaleza. Así se engendran dos universos, el que habitamos y pertenecemos por materia y  el otro, el universo de la virtualidad de las formas o ideas, que construimos a partir de la evolución y conciencia de nuestra potencialidad racional.  De ahí que no busquemos consuelo en la filosofía, sólo esfuerzo que significa creatividad, y que es dicha, por vivir racionalmente el segmento temporal que nos ha tocado a cada uno aceptar. La filosofía no es consuelo, es trabajo en el primer mundo que tenemos: nuestra mente y las formas que se desprenden de ella irrumpiendo sobre la corrupta realidad.

sábado, 21 de junio de 2014

Educación e individuo

David De los Reyes



Un tema  que no puede dejarse de lado en la reflexión de Hegel es cómo vendrá a desarrollarse el hombre en tanto espíritu  mediante la educación.  Se ha dicho que el hombre sólo es aquello que él se hace mediante su actividad. Y es la actividad, en tanto apropiación de la cultura,  lo que amplía sus potencias o las reduce a permanecer en el cerco limitado de  su animalidad. Lo que el hombre debe ser está dibujado por la educación, añadiéndole la disciplina. La mediación de la educación y la disciplina es lo que obra  para la perfección del hombre en tanto ser creador del mundo.  Sin esas mediaciones de la educación y la disciplina  al hombre se le restan posibilidades de ser un ser racional y, por tanto, libre; el hombre es la determinación que le ha dado vida y da vida a partir de ella; es el deber.
Quedarnos únicamente en nuestra condición animal, despertar todo el instinto y la sensualidad, los sentidos y la percepción  sin desarrollar la racionalidad que somos nos arroja a una esclavitud o focalización con el mundo exterior. Por ello podemos comprender que el animal acaba pronto con su educación; lo cual no puede ser considerado como un beneficio para con él mismo.  El hombre es todo lo contrario, tiene que permanentemente hacer  a sí mismo lo que debe ser; debe adquirirlo todo por sí sólo por ser espíritu, razón, libertad; no le queda sino sacudirse su condición natural. Su ser es el resultado alcanzado por el ejercicio de su espíritu (mente: geist) mediante su acción, su educación, su disciplina.
¿Hombres o animales? Elije, si es que puedes…

jueves, 5 de junio de 2014

Hombres  como potencias

David De los Reyes


Foto: HOMBRES COMO POTENCIAS

Con estas dos palabras damos entrada  a la apreciación hegeliana de las potencias  de las leyes y las determinaciones de las medidas morales que contiene la religión natural de China.  Toda determinación debe ser tomada como actividad. Los hombres del mundo antiguo Chino (y actual…), se hallan sometidos, como seres pertenecientes a la tierra, a las ordenes estamentarias del emperador, el cual es tomado como la suprema potencia entera, regidor de todo el mundo terrenal  y universal conocido. En esta antigua concepción animista de la naturaleza sagrada  los difuntos y antepasados también gozan de esta virtud, en tanto potencias particulares de devoción y protección por lo significativas que fueron sus vidas para nosotros y su entorno.  Pero también tales potencias pueden ser absorbidas por ciertos hombres. ¿Cuáles? Pues los sabios que cansados de ser funcionarios o letrados y profesores del imperio o del estado,   se retiraban de la vida cotidiana del reino y se convierten en ermitaños en los profundos bosques oscuros y silenciosos. Se convierten en potencias al retirarse del mundo; son considerados prácticamente casi difuntos en vida; o como diría Lao-Tse a los seguidores del  Tao: una vez tomado el camino del tao  morimos para la vida, nos separamos de la vida social. Los  sabios ermitaños son considerados como seres que se han preocupado en ahondar en su interioridad, dirigiendo su vida en el insondable e innombrable tao, en la inteligencia universal del cosmos, en el conocimiento de las potencias ocultas a los ojos comunes, pero presentes en la naturaleza. Es la integración con la substancia de la materia de la naturaleza en tanto animada por el espíritu de lo oculto pero presente, el camino que traza en todo el tao como fuerza implícita que desde el vacío da forma a todo, sin ser indiferente a nada.


Con estas dos palabras damos entrada  a la apreciación hegeliana de las potencias  de las leyes y las determinaciones de las medidas morales que contiene la religión natural de China.  Toda determinación debe ser tomada como actividad. Los hombres del mundo antiguo Chino (y actual…), se hallan sometidos, como seres pertenecientes a la tierra, a las ordenes estamentarias del emperador, el cual es tomado como la suprema potencia entera, regidor de todo el mundo terrenal  y universal conocido. En esta antigua concepción animista de la naturaleza sagrada  los difuntos y antepasados también gozan de esta virtud, en tanto potencias particulares de devoción y protección por lo significativas que fueron sus vidas para nosotros y su entorno.  Pero también tales potencias pueden ser absorbidas por ciertos hombres. ¿Cuáles? Pues los sabios que cansados de ser funcionarios o letrados y profesores del imperio o del estado,   se retiraban de la vida cotidiana del reino y se convierten en ermitaños en los profundos bosques oscuros y silenciosos. Se convierten en potencias al retirarse del mundo; son considerados prácticamente casi difuntos en vida; o como diría Lao-Tse a los seguidores del  Tao: una vez tomado el camino del tao  morimos para la vida, nos separamos de la vida social. Los  sabios ermitaños son considerados como seres que se han preocupado en ahondar en su interioridad, dirigiendo su vida en el insondable e innombrable tao, en la inteligencia universal del cosmos, en el conocimiento de las potencias ocultas a los ojos comunes, pero presentes en la naturaleza. Es la integración con la substancia de la materia de la naturaleza en tanto animada por el espíritu de lo oculto pero presente, el camino que traza en todo el tao como fuerza implícita que desde el vacío da forma a todo, sin ser indiferente a nada.