domingo, 29 de junio de 2014

FRACASO


El fracaso es una buena escuela del pensamiento y su correlativa acción; pensar es actuar. Venezuela hoy es esa escuela. El detritus del fracaso social a todos los niveles en el país ha hecho a una gran cantidad de personas poner atención al fracaso que lo rodea y que  impulsa, sin saberlo, en sus modos de convivencia con la realidad. En el error está la verdad, decían los románticos alemanes. Nosotros podemos referir que el pensamiento busca la supervivencia y esto gracias al fracaso. Cuando nuestros actos son satisfactorios no hay residuo mental que llame la atención; dejamos pasar la vida sintiéndola fluir con el todo; el pensamiento se vuelve creativamente positivo casi sin saberlo o el afecto sentido crea una aureola entre el individuo y los demás que vive una especie de estado de gracia inconsciente. Pero el pesar surge cuando se reconoce una falta de adaptación o satisfacción que debemos  detenernos a considerar. De esta manera cuando el organismo humano deja de responder adecuadamente a su situación, tanto física como cultural, tanto natural como política, aparece el material para la fuerza  negativa que despierta el proceso del pensamiento actuante, y cuanto más  grande el fracaso más penetrante y fuerte deberá ser el pensamiento en sí. Pero el fracaso tiene su propia asepsia, aquellos que no superan su propio sufrimiento se eliminan y son especímenes que su sentido de supervivencia se debilitó, acepto el fracaso que lo conduce a su justo lugar.



MISERIA Y HUMANIDAD


La miseria y la nulidad política venezolana condena a sus mejores hombres a buscar refugio en un mundo interior carcomido por la desesperación y abocado a la muerte. Venezuela, a falta de instituciones eficientes y justas en su historia, no ha sido jamás una nación; no ha sido jamás un Estado. Es la piñata en la que sólo cogen los que se arrastran desde el piso hacia el presupuesto nacional; donde, en conjunto, reina la sumisión ante el poder dadivoso de un Estado militarizado. Un modelo de estado definido por una racionalidad moderna de saqueo, que termina siendo fabrica de miseria, fábrica de hampones, fábrica de destrucción, fábrica de muerte.

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