jueves, 8 de noviembre de 2018


Reflexión del día

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El día está lleno de eventos. Estamos en la semana en que se presentan una serie de actos artísticos en los espacios de la universidad a la que pertenezco.  Como profesor de una universidad en Latinoamérica (o del mundo en general, podríamos decir), una de las políticas de la academia actual es sacarla  a la calle, hacia la comunidad. Una intención loable, una  propuesta que alimenta la formación, la cultura de la ciudad en la que se haya inscrita la institución. Pero ¿por qué no tengo la menor gana de salir  de mi oficina y adentrarme en alguno de los eventos que se están dando en este momento, como conferencias, talleres, películas, conciertos, etc.? La apatía e indiferencia ha rodeado mi espíritu que buscó al arte en algún momento.  “La voluntad la tengo  minada”, me digo. A  mis años las ganas de la novedad y de las propuestas jóvenes en el arte me dejan indiferente y despiertan un sentimiento de distanciamiento. Para mi presente particular, me seducen más las formas antiguas, las creaciones pasadas, las músicas originales, los cuadros con rigor y habilidad artística, por decir lo menos, de muchas expresiones que han alimentado mi trayecto a lo largo del camino de la vida. El haber pasado en nuestra cultura,  de un arte del ojo (o del oído), a un arte del cuerpo como centro a donde deben estar hoy dirigidas las propuestas estéticas de la creación del arte me dejan sin cuidado. Un mundo de experiencia inmediatas tengo frente a mí, que poseo un cuerpo que, más que vivir intensidades perceptuales digitales o pantallísticas, o de coros postmodernos en grupos participativos, o propuestas corporales de  un arte performático (como se refieren a todas estas acciones que desde los años 60 del siglo pasado han ido emergiendo y habitando en los museos de mundo),  un cuerpo –repito- que prefiere la ilación que invoque la obra artística entre percepción, entendimiento y espíritu, conceptos envejecidos y perdidos en el acontecer del lago de la cotidianidad anodina de nuestras sociedad  de masas y de consumos neuróticos. Abordar al mundo con los planteamientos del arte de hoy me van siendo cada vez más distantes, más extraños, menos humanos, más mecánicos, más asertivos. Es toda una sensibilidad fría de los bits.  Quizá hoy no tenga muchas palpitaciones por incorporarme a participar (más que entender) al arte que se da en torno a las propuestas que veo y escucho en esta semana dedicada a las diversas expresiones del arte que acoge esta universidad. Pueda que mañana cambie de opinión, pues es propio de nuestro mundo cambiar de identidad y de posturas. Pero lo que es hoy, -y que esta reflexión SOLO SIRVE PARA EL DÍA DE HOY-, hoy pensamos así, mañana no sabré con certeza a dónde me pueda llevar los aires de los días y de las noches.

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