Del filosofo marino y músico inglés David Sparrow, de su extrana obra Theatrum Caribeum, unas reflexiones oportunas para estos días de monologica Cuarentena. Los errores de traducción corren por mi cuenta...
Leia en una tarde tranquila, echado sobre la hamaca de mi camarote, y al paso por el canal del caluroso mar Caribe entre las islas de Trinidad y Tobago, la Monadologia del filósofo y matemático alemán Leibniz. Siempre me digo que con algo hay que distraerse y cultivar la existencia.
De tan curiosa lectura, en mi mente repetia una frase suya: nihil est sine ratione. Nada existe sin razón. Casi me convence. Pero he dudado siempre de todo énfasis lógico.
En mi pecho sentía que mi experiencia de vida como navegante por lejanos mares, me llevaba a mutar ese principio por otro más caro a mi persona: omnia est sine ratione. Todo es sin razón.
A mis años, poco encontraba en el mundo que algo tuviera una razón de ser o una observación de lo real fija, como para estar tan seguro y enfático como ese pensador y sus engrudos metafísicos. Los crímenes, las guerras, la envidia, la ambición, las catastrofes y paro de contar, es lo que emerge en mis recuerdos entre el animal humano y la naturaleza. Y el mundo y el amor, que muchos refieren como creaciones divinas, los vivía cada uno como un bello misterio pérfido, abandonado, perdido, extinguiéndose, sabiendo que un día todo terminaria. Y se cumpliria ineluctablemente la sentencia de mi entrañable amigo músico John Dowland cuando, acompañándose con su viejo y trotamundo laúd, astillado y de diez órdenes, lo escuchaba cantar su bella, amorosa y triste pavana, que tenia por estribillo: todo tiene su final.
En fin, Leibniz, pensaba riéndome para mis adentros, será muy sabio, pero por lo visto salió poco de su redil. Se conformo con la monosápida y monológica comida alemana de salchichas, papas y repollo agrio. Nunca llegó a conocer los sabores imprevisibles, intensos y variados de la vida del gran Caribe.
Cómo dice otro cercano amigo inglés, el viejo pedófilo Caroll: La vida traiciona a las matemáticas, siempre da error.
De: David Sparrow: Theatrum Caribeum, vol 3. London, 1757
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