jueves, 13 de diciembre de 2018

#Arte Estética



¿Un Arte de observación o 

un arte de experimentación?

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Tomás SaracenoPoetic Cosmos of the Breath


Esta diferencia es determinante en el arte. ¿Qué estamos realizando o qué queremos crear en tanto obra artística? Por lo general se tiene la idea, clásica, de que el arte es únicamente para la observación, la contemplación, es decir, permanecer como un espectador ante la obra y disfrutarla. Esta puede ser una concepción del arte que ha privado durante largo tiempo. En el presente el espíritu del arte y de la obra han cambiado pues el mundo nos ha exigido otra actitud ante él y la sociedad se ha construido bajo el estigma de una aceleración permanente. ¿Cuál es esa actitud? La de convertirnos en participantes. Pero no en participantes que nos digan hacia dónde tenemos que perfilar nuestras voluntades, nuestros cuerpos, nuestras mentes, nuestras emociones; situación común dentro de nuestra manipulación del inconsciente dentro de una sociedad de masas consumistas o de masas depauperadas intelectual y emocionalmente por la persistente condición inhumana de pobreza y carencia formativa. El arte actual se ha metamorfoseado a construir una realidad envolvente y vivencial para una pequeña parte de la ciudadanía mundial. ¿De qué trata este fenómeno? Se trata de una participación en que lleguemos a experimentar en nuestro ser en conjunto un planteamiento que altere no sólo nuestra sensibilidad, o nuestro gusto por determinadas cosas, sino emprender una experiencia que nos lleve a ser activos partícipes de una obra de arte.
Esto no niega al arte que tenga el propósito de mantenernos como un ser observador. Hay placer, gusto, catarsis, purificación, contaminación o cualquier otro estado anímico y mental que puede despertar en nosotros una obra. Tiene su especificidad y puede formar parte de nuestra condición cultural moderna. No menos en la actualidad toda esta propuesta del arte como experiencia, como una vivencia, parte de la interacción del cuerpo con y como obra. Es la condición de las atmósferas estéticas que nos entregan las instalaciones tanto en los performances como en la digitalización de las concepciones artísticas actuales. Donde encontramos que la espiritualidad en el arte se ha desplazado para dejar pasar a una banalización del arte de rituales que propagan una fantasía dionisíaca sin la apreciación del componente del proceso artístico rendido en la obra. El proceso artístico pudiera dirigirse a un camino ciego. El proceso artístico puede pasar por la instalación virtual/digital espacial audiovisual recayendo en la prestancia de nuestros sentidos absorbidos por la permanente atención a los dispositivos siendo un fluido de imágenes (visuales y sonoras), indetenibles que absorben nuestra atención más que a debernos una fina y mejor atención a las relaciones humanas en y entre sí.
El arte experimental sería propio en la medida que después de la experiencia incite a la interpretación de lo que ha dejado en el sujeto tal experiencia. En comprender el proceso por el cual la imaginación creadora se ha convertido en un tiempo de emocionalidad estética que nos lleva a transformar nuestra cotidianidad o a ser indiferente ante ella. La estrategia en el arte tiene razón de ser si luego nos lleva a reflexionar sobre esa misma razón que le da vida y lógica artística, es decir, de la realización del fin propuesto del artista con su obra. Podemos sumergirnos y emerger transformados como hundirnos en ella y salir indiferentes ante su propósito. Apostar por este arte tiene los riesgos de aceptar el fracaso, pero a la vez también el reconocimiento que entra más por la piel que por el intelecto. El arte como experiencia y no como contemplación u observación conlleva estos despejes de sensibilidad que no se pudieron dar hasta no cambiar los parámetros en que se cerraba el arte. Si el arte, por un lado, también la sensibilidad se ha encerrado y hasta vuelto indiferente, una obra puede tener el milagro de abrir un mundo sensible y mental, en llamar la atención, de querer abordar la obra y adentrarse en ella, de experimentarla hasta alcanzar el silencioso pero sonoro asombro emocional-neural que nos ha hecho vivir.
El arte donde el observador se digna a constatar sólo lo que tiene ante sus ojos o penetrar a nuestros oídos sin más, hace que terminemos siendo una especie de cámara fotográfica o grabadora de los fenómenos artísticos encerrados en nuestro cuerpo y en una memoria pasajera, sin recaer en un significado mayor en nuestro marco sensible de vida. Pero en relación a la propuesta de vivir (y no sólo contemplar u observar), el arte como experiencia, una vez constatada la obra por nuestra sensibilidad corporal y red neuronal, debe pasar a otro estadio de complejidad, que es presentarse de ella la idea que la ha conformado, la lógica estético creadora que le ha dado existencia ontológica, la necesidad de la intervención del razonamiento y de la experimentación que nos lleva a transitar hacia su interpretación. Esto último es innegable, es decir, la de despertar por la obra el requerimiento interpretativo del sujeto por lo vivido estéticamente en torno a la relación obra y experiencia. Esta es la condición que aspiramos de la obra de arte. Y esto es sólo una interpretación de la obra de arte...