lunes, 10 de agosto de 2020

 

El estambre del cuerpo


David De los Reyes



Coralie Raynaud Plus | Aboriginal dot painting, Aboriginal dot art ...

 

El cuerpo es más que una cosa en el mundo, es una acción contra y sobre el mundo. Es una maya de percepciones que dan entrada a la apropiación de todo lo que puede abarcar. A esto se le suma la dimensión lingüística, la palabra, que es el conducto para direccionarlo y pensarse. Las sensaciones no sólo hacen a ese volumen de materia y vida que se contonea por los transitados y cansados rincones del mundo. Es desde la mudez interna que la corporalidad invita al impulso limitado, anclado sobre el estambre del mundo inmediato, que no es otro que el que construimos con nuestro cuerpo. Mundo inmediato que comienza por los pliegues de la piel y sus exigentes e imparables sed de contactos. Un ir hacia el devenir sentido. La conciencia se vuelve perceptual. Antes del concepto está la carga emocional y sensual del cuerpo. Y la carga del cuerpo está en relación con nuestro abandono y cuido del campo orgánico sensorial. Nuestra intensidad de la sensibilidad o las agresivas cuotas de irritabilidad hacia sí mismo, nuestra agudeza de captar lo interno y lo externo vendrán a constituir la primacía y la carga de la percepción, que no significa otra condición que la primacía de la experiencia irrepetible, resolviéndose en la medida en que la percepción se nos presenta en su dimensión activa y constitutiva.

Nuestros momento presente de pandemia, de encierro, de castigo individual y universal, de acorralamiento sanitario, de enfermedad invisible mortal,  de olvido de los otros vivos y reales -no virtuales, y de la reducción de nuestra experiencia vital corporal a estar recluidos a una silla, una mesa, un cuarto: espacio artificial, y al permanente rezo cotidiano  ante el santuario de los dioses y de los monstruos de la pantalla lumínica, a unas relaciones mudas pero sonoras por membranas plásticas, a unas miradas  en las calles desviadas por  el indetenible miedo al contagio, a unas extremidades mutiladas en su abarcar al otro, a un solitario sexo monoaural , a los filtros químicos de la evasión expedita de las sustancias que alteran nuestros nervios a un momento de reconciliación que acorta vida,   a unos afectos en la distancia líquidos y evanescentes o en la cercanía  repelidos e inaceptables por falta ya de costumbre, todo ello nos llevan a un cambio de ciento ochenta grados en lo experimentado en nuestra efímera existencia corporal. Esto es lo que nos orienta hoy todas nuestras percepciones de la biopolítica de la pandemia.  El cuerpo detenido, domesticado en el sentido literal de la palabra (domus significa casa), nos dan una idea de nuestra expresión actual del cuerpo sobre este pedazo del mundo nuestro sin poseerlo. Es un cuerpo ante un espacio objetivo casi detenido y enraizado en la nada de la cotidianidad rutinaria en una situación que nos ha polarizado todas nuestras idas y venidas, todas nuestras acciones.

¿Qué queda? ¿Queda recogerse sobre sí mismo y perfilar otro esquema corporal? Quizás. Donde las experiencias vividas las aprehendemos como sutiles materiales de la conciencia para futuros proyectos que rompan el hastío de lo mismo. De las experiencias vividas surgen los posibles esquemas que se imponen, nos imponen y las hemos aceptado como animales amaestrados. ¿Irremplazable realidad física y mental de nuestro focalizado cuerpo con mascarilla y mudo de libre gestualidad? Volvamos a él. El cuerpo puede volverse como prodigioso receptáculo perceptivo que vislumbre un nuevo horizonte de creatividad dimensionada por un impulso de nuevas aperturas a lo desconocido y no resuelto, no experimentado. Una fuerza de negación a la aceptación de lo que se impone como único. Desvía la mirada hacia otro lado y fuera de la pantalla, por ahí comienza otra realidad, otra conciencia perceptual, otro procurarse la vida absurda pero sentida en el estambre de la realidad. Todo comienza con volver aprender a cómo respirar, respirar sin mascarilla…el cuerpo es aire, somos el aire que respiramos…no una cosa.

 

DDLR

Guayaquil 10 de agosto 2020

domingo, 2 de agosto de 2020

Mi encuentro con Friedrich 

en Sils-María


David De los Reyes


La imagen puede contener: montaña, cielo, árbol, exterior y naturaleza



Estando de viaje y de paso por el cantón suizo Grisones, me encontré cenando en el acogedor restaurante Alpenrose, en la vía de Marías 133, ubicado en la alpina localidad de Sils-María. En un determinado momento se abrió la puerta de la calle, dejando entrar el frío exterior y a un hombre no muy alto, vestido de negro con grandes bigotes y lentes de metal. Sus pasos lentos se dirigieron al comedor. Era un personaje particular y solitario y por su aspecto parecía un enterrador de hombres, pero luego más tarde, al escuchar atentamente su conversación no podía ser menos que un obstinado predicador. En el local estábamos sólo nosotros, afuera había una borrasca de nieve casi paralizante y ante eso se pasa mejor el tiempo de espera al lado del calor de una estufa que intentando atravesar la pared de frío y viento que te congelan hasta los mocos de la nariz. Al terminar de cenar, ambos nos dirigimos al salón de té, donde comenzamos a hablar del temporal, pasando luego a los temas reiterativos de la vida de hoy y del encerramiento de la gente en muchos países. No quedaba otra que acompañar la conversa pidiendo dos tasas de una infusión particular con hierbas del lugar y una copa del fuerte alcohol de kirsch de cerezas salvajes Ethel.
Este acompañante del momento se presentó como Friedrich, y discutimos sobre variados temas. Era vehemente y enfático cuando se hablaba del “perro de fuego”, que era como llamaba al pueblo, como también al tratar sobre el cristianismo, al cual le endilgaba todos los males del mundo occidental. Era, sin embargo, un defensor de la vida trágica y elogiaba al dios griego Dioniso. Su rostro dejaba ver un impulso vital con el que teñía cada palabra que pronunciaba.
En un momento de la conversación se dirigió, como es habitual hoy en cualquier parte, a comentar lo que ocurría con esta pandemia global que había arrastrado el virus chino rojo y sus consabidas y absurdas muertes y contagios. En ese momento propuso que se debía escribir una parábola para la condición de la humanidad por la situación que atravesaba.
Sus palabras me sonaron en ese entonces algo escandalosas, como las de un exaltado párroco agnóstico, si es que ese personaje y profesión existiese. Friedrich, mirando al vacío, dirigiendo su mirada a través de la amplia ventana que tenía del lado izquierdo a su sofá, que resollaba al chocar el viento y la nieve contra ella, dijo así más o menos:

-Alguien podía inventar hoy una fábula para ilustrar cuán detestable y sombrío es el estadio por el que pasa eso que llaman humanidad, en su lamentable, arbitrario y estéril aspecto que tienen todas estas habladurías mediáticas que presentan las autoridades políticas, médicas, intelectuales, filosóficas y un largo etc., ante eso que han llamado COVID19. Esta fábula pudiera comenzar así:

“En algún apartado rincón del universo, desperdigado de innumerables y centelleantes sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales astutos inventaron el conocer y manipular genéticamente los virus y bacterias. Fue el minuto más soberbio y más falaz de la Historia Universal, pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras un par de respiraciones de la naturaleza, el astro se entumeció y los animales astutos tuvieron que perecer”.

Le pregunté a dónde quería llegar con esa fábula tan trágica e irremediable para ese animal astuto, pero nihilista a la vez. Friedrich en ese momento se levantó para marcharse, pero no antes de decirme que en el próximo retorno nuestro al pueblo de Sils-María, en algún momento de nuestras futuras venidas, estaría dispuesto a contarlo...

Foto: Sils-María, Suiza, por 1890


De estética en tiempos de Covid19

David De Los Reyes

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Propuestas estéticas para los tiempos del rojo confinamiento viral chinesco, donde no se buscan "verdades", sino aptitudes, estados sociales de ánimo y miradas temporales :

En el arte, con todo este radical cambio de nuestras relaciones con las personas y el mundo que nos rodea o nos entra por la pantalla plana, el presente demanda expresar y explorar. Aprehender las transformaciones que se están operando ahora mismo, tanto en el campo social como en y dentro de nosotros mismos, captar aquello que ya ha cambiado y nos ha cambiado, y aquello que continua transformándose y transformándonos. Como son, a nivel externo y político, los casos siguientes: el populismo psicopolítico se fortalece y surgen formas más coercitivas gracias a la separación de los cuerpos, el contagio incierto, que junto a los requerimientos con la comunidad comienza a exigir mucho más a sus ciudadanos, y así las golpeadas libertades individuales se debilitan gracias a la paradoja de la interconexión digital global, que nos ahoga de protocolos y falsas informaciones, rodeándolos de un halo luminoso de insospechado contagio viral mediático en nuestras vidas.

Danza Macabra, anónimo. IntervenciónDDLR2020
Sobre el habitar en la filosofía

David De  Los Reyes

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Fuerbach, filósofo alemán del siglo XIX, planteó que la filosofía tenía como condición interpretar el mundo. A ello Marx le sobrepuso sus Tesis, la N° XI para ser más precisos, donde, de forma enfática y teologal, impuso que la filosofía no debía interpretar el mundo sino transformarlo, y ya sabemos en que cayo dicha trasformación: en unos cuántos millones de inocentes (o no) muertos en los campos de exterminio del totalitarismo soviético o del nacionalismo alemán u oriental (China y Corea del Sur siguen siendo buenos y eficientes modelos de ello). Hoy, viendo lo que se ha convertido todo este emplaste rojo viral chino (material genético empaquetado dentro de una cubierta proto-órganica, lista para anclarse en las células del cuerpo y colonizarlo - ¿habrá que hablar de decolonización viral?), a nivel global, la filosofía puede dar otra mirada al asunto. Dentro de sus propuestas anticlásicas modernas o postmodernas y de búsqueda de un cuerpo epistémico de categorias para estructurar una Verdad (universal o global), tiene sus linderos en un pensamiento más urgente y menos seguro, como es la de aprender a habitar mejor el mundo, junto al confinamiento que se ha construido gracias a las expandidas y aéreas estructuras virales casi invisibles, con sus efectos disciplinarios colectivos y patológicos mortales o transitorios. La filosofía, entonces, más que interpretar o transformar, se plantea como aprendizaje y exploración de un saber estar en el mundo confinado que nos rodea, donde las libertades se han borrado y agrupado hacia un instinto individual (a veces colectivo), de sobre vivencia inmediata. Una filosofía que se reafirma sobre lo contingente del día, distante del juego del lenguaje de las esencialidades abstractas de la modernidad con sus utopias, distopías, trascendencias religiosas y disrupciones paralelas, adheridas a un pensamiento crítico acéfalo de cuerpo vivencial. Ante un mundo cerrado, extender la filosofía como habitáculo reflexivo vital, emocional e intelectual para seguir proponiendo espacios y temporalidades abiertos a la experiencia humana en tanto aptitudes cónsonas en pos de saber medio pisar el suelo movedizo cultural de la incertidumbre e inmersos en el delirio consensual mediático del corral global minado de ignorancia, populismo, cietificismo, cabalismo profético, autoritarismo, totalitarismo digital y otras hierbas afines...

Danza de la Muerte en tiempos de peste negra. Xilografia medieval - Intervención DDLR2020